New York, New York

Hay un cuento de Edgar Allan Poe titulado, según creo recordar, “El hombre de la multitud”, en el que se relata la rutina de un caminante insomne, que día y noche recorre calles, tiendas, tabernas, el puerto, antros, fiestas, cementerios… en una suerte de persecución infatigable y angustiosa de las multitudes. No se dice nada de él, no se sabe más que eso, su vocación de sombra, de doble de las muchedumbres anónimas que agotan las ciudades. Su caminar se acompasa con la rueda pertinaz y cansina del día y de la noche, en su balanceo sin principio ni fin. Las jornadas brillan efímeras una tras otra, como los fotogramas de una película que repite incansable la misma ilusión, los mismos fantasmas. No hay pausa ni descanso en el termitero de la perpetua vigilia, aunque es una vigilia que parece el sueño y que se confunde con él, en una danza de sonámbulos. Vigilia y sueño. El tiovivo gira y el hombre de las multitudes en el relato de Poe afirma una silenciosa angustia. En su cercanía con l…